viernes, 15 de febrero de 2013

A trabajador comunal: un homenaje debido


Texto y foto: Yelena Rodríguez Velázquez   
Ojalá todos tuviésemos escobas en las manos y fuéramos barriendo las suciedades, apartándolas del camino, sin prisas. Ojalá todos aprendiésemos a danzar al compás de las calles, de los contenes, de las esquinas. Ojalá todos fuéramos tan pulcros como para ensuciarnos la ropa sin prejuicios y andáramos, en vez de bolsos, con cestos de basura colgados del hombro. Ojalá nos molestara tanto un papel en el suelo como una basura en el ojo.

Los baños sanitarios del parque central José Martí despiertan con limpieza general.
Caminamos de prisa sobre la multitud, huyéndole al sol caliente y al calor constante, compramos un refresco para aliviar la sed y tiramos sonrientes, al sentirnos aliviados, la latica que contenía el frasco saboreado. Inconscientes, no, conscientes del daño,  pero a la espera que otro resuelve lo ocasionado; seguimos sin prisa, procurando olvidarlo. A la vuelta, en la esquina, un amigo sonriente recoge cada papelito o jaba que pueda estorbarnos, nos da los buenos días y sigue tarareando. Sonrojado me vuelvo a retirar lo arrojado, ya no está en su sitio, el señor de la gorra y los guantes  ya lo ha retirado.

Desde muy temprano los trabajadores del sevicio comunal barren las calles guantanameras garantizando la belleza de la urbe.
Hoy sería un buen día para reflexionar. En un aniversario más del día del trabajador comunal, cuidemos su trabajo. Detengámonos, démosle  la mano. No pase desapercibido. Hágale saber cuán importante es para nuestras vidas. Piense que trabajando junto a él hará de la ciudad un hogar más feliz. Brindémosle nuestro amor.
                                       A todos ellos: Felicidades.

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