lunes, 11 de febrero de 2013


De ceniza a madero
Testimonio de Eduardo AA,”Papaíto”, guantanamero que convivió con el alcohol más de sesenta años.
Por: Dayana Mesa Giralt
Eduardo Douimond Fabré  vive en la misma esquina de los Maceo y Prado en la ciudad de Guantánamo. Es un hombre de 73 años de edad que refiere haber nacido hace 5 años cuando por decisión propia dejara de beber, y se uniera a la comunidad de Alcohólicos Anónimos(AA), que le ha  devuelto la vida. Con naturalidad  y gran humildad nos cuenta su historia.
“Yo era un despojo humano, tomaba desde los doce años porque manejaba y era quien mantenía a mi familia y me sentía un hombre, y como los hombres de ves en cuando se dan sus traguitos… poco a poco me acostumbré; al principio la hacía por placer, luego beber se convirtió en una necesidad y a partir de ese momento comienza mi historia como persona alcohólica, durante algo más de sesenta años estuve tomando.”
Papaíto, como lo nombran sus amigos, mantiene un matrimonio que en  poco tiempo celebrará “bodas de oro” (cincuenta años) y es padre de 4 hijos. Emocionado, recuerda que todo ese periodo que estuvo inmerso en mundo de la bebida las relaciones entre su familia y los amigos del barrio fueron difíciles.

“Yo estaba resentido con todo el mundo –agrega. Las cosas que yo hacía no eran normales, no le hacía caso a nadie, el ron me había dominado por completo, podía pasarme hasta 20 días sin bañarme y como todo el tiempo estaba borracho no entendía que mi esposa y mi familia solo me querían ayudar cuando me requerían. Discutía con ellos cada momento, mis hijos se apartaron y mi señora  me botó de la cama donde habíamos dormido siempre y de la casa, imagínese. Esa situación no la resistía nadie,  y yo no hallaba otra solución que seguir tomando. Recuerdo que cuando iba subiendo por Prado los vecinos me cerraban la puerta en la cara, mientras yo le gritaba alguna que otra grosería”.
El 2008 fue el año que cambió la vida de este señor de mediana estatura y de mirada sincera. En realidad llevaba 68 años en un mundo que acabó por destruir su familia; la bebida  lo consumía espiritual y físicamente, y Papaíto no se daba cuenta que las 108 libras que pesaba en ese momento pronto lo convertirían en ceniza.
“El día que tomé la decisión de dejar el alcohol siempre lo llevaré en mi mermoria. Era 17 de abril, estaba yo en el corredor de mi hogar y pasaron  por el frente dos de los ”amigos” que siempre me acompañan en mis famosas borracheras, me invitaron a un bar cercano y sin pensarlo tomé un dinero y me fui con ellos. La botella que nos tomamos la pagué con mi dinero—Eduardo pasa la mano en  la cabeza cuando parece vienen a su mente las imágenes-,  se portaron mal conmigo, se fueron con la bebida  y me robaron el dinero y me dejaron solo con mi embriaguez en aquel lugar”.
” Fue un milagro, desde aquel momento juré que no tomaría más nunca y así lo he cumplido. Fui para mi casa a meditar lo que había ocurrido y cuando miré al espejo mi reflejo no era más que un cadáver”.
“Pasada una semana de aquel incidente en el bar y sin tomar ni un trago, a mi casa acudió una joven desconocida, ella se encarga de darme el mensaje de AA. Figúrese, por mi mente nunca pasó que esta asociación existía en Guantánamo; no le hice mucho caso al principio, pero mi esposa me advirtió que si no iba al menos a una sesión me montaba amarrado a una ambulancia y me internaba en algún hospital. Fui al primer encuentro, un poco desconcertado todavía porque no entendía nada. Al cabo de los tres meses los resultados fueron revelándose, todo en mi cuerpo y mi vida fue normalizándose cuando admití que podía recuperarme”.
Alcohólicos Anónimos es una asociación en la que se reúnen hombres y mujeres que comparten mutuamente sus experiencias, fortalezas y esperanzas para resolver su problema, y ayudar a otras personas a recuperarse del alcoholismo. El único requisitito para ser miembro de AA, es el deseo de dejar la bebida.
La foto derecha nos muestra a Eduardo Douimond cuando se encontraba dominado por las bebidas alcohólicas. A la izquierda el primer cumpleaños celebrado a solo tres meses de su inserción en Alcohólicos Anónimos.


La ciudad de Guantánamo cuenta con tres grupos de este tipo que están esparcidos por diferentes sitios, uno que radica en la zona este, otro en el área centro y otro más pequeño en Prado esquina a Serafín Sánchez.
Esta asociación salvó la vida de Eduardo de las manos de la muerte, Papaíto resurgió de las cenizas para convertirse en madero, “la computadora tiene un disco duro nuevo”, me comenta entre risas.
“Desde que llegué allí tuve el deseo de mantenerme sobrio. Dejar la bebida fue una decisión dura pero lo conseguí. Soy feliz porque estoy orgulloso de ser un AA, mis compañeros son parte de mi familia. Ahora lo que veo es honestidad, familiaridad, fe y esperanza”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En este blog no se permiten vulgaridades y se respetará la opinión de autores y comentaristas.