De ceniza a madero
Testimonio de Eduardo AA,”Papaíto”, guantanamero que
convivió con el alcohol más de sesenta años.
Por: Dayana Mesa Giralt
Eduardo Douimond Fabré vive en la misma esquina de los Maceo y Prado
en la ciudad de Guantánamo. Es un hombre de 73 años de edad que refiere haber
nacido hace 5 años cuando por decisión propia dejara de beber, y se uniera a la
comunidad de Alcohólicos Anónimos(AA), que le ha devuelto la vida. Con naturalidad y gran humildad nos cuenta su historia.
“Yo era un despojo humano, tomaba desde los doce años
porque manejaba y era quien mantenía a mi familia y me sentía un hombre, y como
los hombres de ves en cuando se dan sus traguitos… poco a poco me acostumbré;
al principio la hacía por placer, luego beber se convirtió en una necesidad y a
partir de ese momento comienza mi historia como persona alcohólica, durante
algo más de sesenta años estuve tomando.”
Papaíto, como lo nombran sus amigos, mantiene un
matrimonio que en poco tiempo celebrará
“bodas de oro” (cincuenta años) y es padre de 4 hijos. Emocionado, recuerda que
todo ese periodo que estuvo inmerso en mundo de la bebida las relaciones entre
su familia y los amigos del barrio fueron difíciles.
“Yo estaba resentido con todo el mundo –agrega. Las
cosas que yo hacía no eran normales, no le hacía caso a nadie, el ron me había
dominado por completo, podía pasarme hasta 20 días sin bañarme y como todo el
tiempo estaba borracho no entendía que mi esposa y mi familia solo me querían
ayudar cuando me requerían. Discutía con ellos cada momento, mis hijos se
apartaron y mi señora me botó de la cama
donde habíamos dormido siempre y de la casa, imagínese. Esa situación no la
resistía nadie, y yo no hallaba otra
solución que seguir tomando. Recuerdo que cuando iba subiendo por Prado los
vecinos me cerraban la puerta en la cara, mientras yo le gritaba alguna que otra
grosería”.
El 2008 fue el año que cambió la vida de este señor
de mediana estatura y de mirada sincera. En realidad llevaba 68 años en un mundo
que acabó por destruir su familia; la bebida
lo consumía espiritual y físicamente, y Papaíto no se daba cuenta que
las 108 libras que pesaba en ese momento pronto lo convertirían en ceniza.
“El día que tomé la decisión de dejar el alcohol
siempre lo llevaré en mi mermoria. Era 17 de abril, estaba yo en el corredor de
mi hogar y pasaron por el frente dos de
los ”amigos” que siempre me acompañan en mis famosas borracheras, me invitaron
a un bar cercano y sin pensarlo tomé un dinero y me fui con ellos. La botella
que nos tomamos la pagué con mi dinero—Eduardo pasa la mano en la cabeza cuando parece vienen a su mente las
imágenes-, se portaron mal conmigo, se
fueron con la bebida y me robaron el
dinero y me dejaron solo con mi embriaguez en aquel lugar”.
” Fue un milagro, desde aquel momento juré que no
tomaría más nunca y así lo he cumplido. Fui para mi casa a meditar lo que había
ocurrido y cuando miré al espejo mi reflejo no era más que un cadáver”.
“Pasada una semana de aquel incidente en el bar y sin
tomar ni un trago, a mi casa acudió una joven desconocida, ella se encarga de
darme el mensaje de AA. Figúrese, por mi mente nunca pasó que esta asociación
existía en Guantánamo; no le hice mucho caso al principio, pero mi esposa me
advirtió que si no iba al menos a una sesión me montaba amarrado a una
ambulancia y me internaba en algún hospital. Fui al primer encuentro, un poco
desconcertado todavía porque no entendía nada. Al cabo de los tres meses los
resultados fueron revelándose, todo en mi cuerpo y mi vida fue normalizándose
cuando admití que podía recuperarme”.
Alcohólicos Anónimos es una asociación en la que se
reúnen hombres y mujeres que comparten mutuamente sus experiencias, fortalezas
y esperanzas para resolver su problema, y ayudar a otras personas a recuperarse
del alcoholismo. El único requisitito para ser miembro de AA, es el deseo de
dejar la bebida.
La foto derecha nos muestra a Eduardo Douimond cuando
se encontraba dominado por las bebidas alcohólicas. A la izquierda el primer
cumpleaños celebrado a solo tres meses de su inserción en Alcohólicos Anónimos.
La ciudad de Guantánamo cuenta con tres grupos de
este tipo que están esparcidos por diferentes sitios, uno que radica en la zona
este, otro en el área centro y otro más pequeño en Prado esquina a Serafín
Sánchez.
Esta asociación salvó la vida de Eduardo de las manos
de la muerte, Papaíto resurgió de las cenizas para convertirse en madero, “la
computadora tiene un disco duro nuevo”, me comenta entre risas.
“Desde que llegué allí tuve el deseo de mantenerme sobrio.
Dejar la bebida fue una decisión dura pero lo conseguí. Soy feliz porque estoy
orgulloso de ser un AA, mis compañeros son parte de mi familia. Ahora lo que
veo es honestidad, familiaridad, fe y esperanza”.
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