Por: Claudia Montero Lescaille
“Si me preguntas
cuáles son mis deseos ahora, te diría que sólo uno: volver a tocar en un
conjunto. ¿Para qué? Pues para hacer el son como lo siento.”
Lilí Martínez Griñán
Una de las figuras
más importantes del repertorio musical cubano y que ha influido considerablemente
en la creación sonera de la Isla, fue el pianista y compositor guantanamero
Lilí (Luis) Martínez Griñán, considerado por muchos el más alto exponente de la
pianística del son montuno en Cuba.
Lilí nació el 19 de
agosto de 1915 en la bella ciudad del Guaso e inició sus clases de piano en la
academia de su hermana Ana Emilia Martínez, a la
vez que se ponía en contacto con las obras y autores más importantes de la
música de concierto, entre los que se encontraba Federico Chopin; Lilí fue el
primer pianista cubano de música popular en escribir anotaciones de este para
interpretar el son. “… La dulzura de sus composiciones me atraía de
sobremanera. Chopin me hizo ser tierno ante el teclado. Ese detalle es
importante porque influiría después en lo que hice en mi etapa de sonero.”[1]
Perfeccionó de forma autodidacta sus estudios además de que fue un gran conocedor
del ámbito musical de la provincia más oriental de Cuba; por su poder al piano,
fue conocido también como La
Perla de Oriente.
En 1945 Lilí es llamado por
Arsenio Rodríguez, verdadero maestro del son, para comenzar a formar parte de
su conjunto, enseñándole la base fundamental del género y al que luego le
incorporaría sus propios hallazgos. El guantanamero contribuye con sus acordes,
arreglos e inspiraciones a la consolidación del conjunto "Todos
Estrellas", es por eso que sus solos de pianos fueron comentados por todo
el ambiente musical de la época. En este grupo, además, establece un estilo de
tocar el piano que ha llegado hasta nuestros días. Este se apoya en la base
rítmica y los giros percutivos que definen al llamado tumbao, una de las
invenciones más universales de la música cubana, de la que él es sin dudas el
más reconocido maestro.
Lilí Martínez, al
interpretar el son, tenía sus secretos: la dulzura; aplicaba todos los
elementos de la armonía tradicional, y de la moderna, pero siempre cuidando la
dulzura que se le ha de imprimir al son. Pero hay un secreto que le hizo ser
distinto como pianista en la interpretación del son, en las improvisaciones: hacer
síncopa, nota de paso, acorde de paso, siempre resolviendo en la tonalidad
principal, para entregar al cantante o al coro en su momento, lo cual, según
él, no se podía lograr sin conocimientos.
Lilí estuvo
relacionado con la agrupación musical del Ciego Maravilloso, con la que se
mantiene un largo período permaneciendo incluso, hasta cuando Félix Chappottín
toma el conjunto, aportándoles sus imaginativos solos, su sofisticado
pensamiento arreglístico, inteligencia armónica y un puñado de composiciones
propias que dieron mayor coherencia estilística.
Este genial artista de las teclas, fue creador de la Escuela Pianística
del Son y un gran innovador que transfirió células del folclor norteamericano a
nuestra música bailable. Su estilo influyó en el quehacer de sucesivas
generaciones de pianistas, incluidas figuras de la talla de los cubanos Chucho
Valdés, Frank Fernández, el puertorriqueño Papo Lucca y el neoyorquino de
ascendencia boricua Eddie Palmieri.
De sus manos nacieron obras que hoy son
joyas del pentagrama musical cubano, entre las que se encuentran Quimbombó,
Tu cosita mami, No me llores, Que se fuña, y muchas otras atribuidas
erróneamente a otros grandes como Arsenio Rodríguez o Félix Chappottín.
El nombre de Lilí
(con más de 300 composiciones dentro de su catálogo) es bien conocido en el
ámbito sonero. Ha influenciado dando instrucciones de imaginación y espíritu de
inconfundible improvisador a más de una generación de intérpretes; encontró un
estilo, un modo propio de decir la música, valorando la presencia del son como
trascendental universalmente dentro de las expresiones musicales más auténticas
y valiosas.
Lilí Martínez
Griñán falleció en La Habana
el 26 de agosto de 1990 (y enterrado en su natal aldea), considerado ya, un
representante eterno de ese género que ha quedado reconocido como una genuina
muestra de nuestra tradición cultural que perdura en la creación musical del
pueblo cubano: el son.
[1] Mayra
A. Martínez. ¨Hacer el son como lo siento: Lilí Martínez¨. En Cubanos en la
música. Editorial Letras Cubanas, 1993. pp.
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