jueves, 26 de junio de 2014

“La vida y otros demonios de Belkis Ayón”


Por: Claudia Montero Lescaille


Belkis Ayón Manso: artista de la plástica que hasta hace solo tres semanas me resultaba ignota; creadora apasionada envuelta en mitos que determinó, a través de su obra gráfica, un antes y un después en el grabado cubano.
No podía creer cuanto conocimiento me había perdido sobre una mujer que, no solo se desempeñó como grabadora, sino también como dibujante y profesora; una mujer que se convirtió en reveladora de mitos y rituales de la Sociedad Secreta Abakuá los cuales plasmaría una y otra vez en toda su creación. Y fue precisamente esta Sociedad la que le valería a la artista de testimonios e intimaciones para establecer una arenga universal versus los miedos, la censura, la marginalidad, y a favor de la búsqueda de la libertad.
La cofradía (Sociedad Secreta Abakuá), creada  por hombres y  para hombres, estigmatiza y desdeña a la mujer a la vez que fomenta una extrema disciplina y guarda una ética y misterio inalterables. Belkis conoció el espacio del rito hasta donde le fue permitido, con respeto y sensibilidad, y escrutó todas las fuentes de información a su alcance. Como corolario, concibió una iconografía impresionante y dilucidó el mito religioso desde su enfoque de mujer, artista, negra y latina; esta iconografía causó gran polémica no solo porque revelaba aspectos del culto, sino porque dotó de imágenes a figuras importantes de la ceremonia (ejemplo: La Cena, recreación de la escena bíblica, pero con mujeres).
Justamente el mito de Sikán, la mujer condenada por los hombres por haber revelado el secreto del pez Tanze y que en la leyenda Abakuá sufre tanta repulsa y segregación, es el fundamento que propugna desde el aspecto temático la producción artística de la Ayón; aunque Sikán no es el único tema de la producción de la artista, solo una parte. Su obra tenía mucho de ella misma, de sus preocupaciones sobre los conflictos humanos, el amor y la vida; sobre la mujer y su condición de ser excluida, la tradición, las formas expresivas y conceptos, muchos de ellos relacionados con nuestros orígenes afrocubanos; es por eso que encontró sugestivo simbolizar un conjunto determinado de leyendas, de personajes y significados, dándoles una vida propia pero sin desasirlos totalmente del pasado.
A partir de la colografía, Belkis fue concordando una simbología propia así como un discurso muy personal. La obra de esta artista cubana posmoderna fue constantemente renovadora. En la misma mostró, mediante su visión femenina, la real situación de mujeres que fueron segregadas en la Sociedad Abakuá: ella es la “pintora de la esencia Abakuá”. Una exposición antológica realizada en el Convento San Francisco de Asís en el 2009, dedicada a la labor de la artista y llamada Nkame (saludo y elogio en lengua de los ñáñigos) así lo corrobora. Otros de sus legados lo constituyen producciones como “La Sentencia”, “Sikán” y “La Familia”, portadores de su quehacer humanista así como de diferentes formas de valorar la realidad. Con sus obras, la artista quebrantó los preceptos del grabado tradicional y emplazó esta expresión artística en un lugar significativo, además de que dejó una huella única e indeleble dentro de las artes plásticas, precisamente porque llegó a desarrollar una obra legítima en el panorama de las artes visuales cubanas y porque se convirtió en un modelo ineludible de la cultura y al mismo tiempo, pionera en el desarrollo del grabado en grandes dimensiones en nuestro país.
En 1999 y con solo 32 años de vida, la que se dice poseía “la sonrisa más hermosa de la plástica cubana”, ponía fin a una historia llena de mestizajes y sincretismos, tradición de la que se sustentan el arte y los artistas; a un legado de  mitos y creencias que la convirtieron en una de las artistas plásticas más talentosas y reconocidas de la isla.
Unos años después de su muerte, un grupo de artistas cubanos (algunos comprometidos con su magisterio), dispusieron crear El Espacio Ayón, un proyecto cuya misión principal es presentar, de forma permanente, la obra gráfica de Belkis para así asomarse a cada una de sus propuestas y descifrar símbolos y signos muy relacionados con la iconografía Abakuá; además, sirve como sitio de promoción y apoyo a los jóvenes grabadores cubanos.
La obra y la vida de Belkis Ayón Manso serán recordadas como la llave que nos abrió las puertas de la imaginación para sumirnos en el misterio.

¨El son en Lilí, la Perla de Oriente¨



Por: Claudia Montero Lescaille


 “Si me preguntas cuáles son mis deseos ahora, te diría que sólo uno: volver a tocar en un conjunto. ¿Para qué? Pues para hacer el son como lo siento.”
Lilí Martínez Griñán

Una de las figuras más importantes del repertorio musical cubano y que ha influido considerablemente en la creación sonera de la Isla, fue el pianista y compositor guantanamero Lilí (Luis) Martínez Griñán, considerado por muchos el más alto exponente de la pianística del son montuno en Cuba.
Lilí nació el 19 de agosto de 1915 en la bella ciudad del Guaso e inició sus clases de piano en la academia de su hermana Ana Emilia Martínez, a la vez que se ponía en contacto con las obras y autores más importantes de la música de concierto, entre los que se encontraba Federico Chopin; Lilí fue el primer pianista cubano de música popular en escribir anotaciones de este para interpretar el son. “… La dulzura de sus composiciones me atraía de sobremanera. Chopin me hizo ser tierno ante el teclado. Ese detalle es importante porque influiría después en lo que hice en mi etapa de sonero.”[1] Perfeccionó de forma autodidacta sus estudios además de que fue un gran conocedor del ámbito musical de la provincia más oriental de Cuba; por su poder al piano, fue conocido también como La Perla de Oriente.
En 1945 Lilí es llamado por Arsenio Rodríguez, verdadero maestro del son, para comenzar a formar parte de su conjunto, enseñándole la base fundamental del género y al que luego le incorporaría sus propios hallazgos. El guantanamero contribuye con sus acordes, arreglos e inspiraciones a la consolidación del conjunto "Todos Estrellas", es por eso que sus solos de pianos fueron comentados por todo el ambiente musical de la época. En este grupo, además, establece un estilo de tocar el piano que ha llegado hasta nuestros días. Este se apoya en la base rítmica y los giros percutivos que definen al llamado tumbao, una de las invenciones más universales de la música cubana, de la que él es sin dudas el más reconocido maestro.
Lilí Martínez, al interpretar el son, tenía sus secretos: la dulzura; aplicaba todos los elementos de la armonía tradicional, y de la moderna, pero siempre cuidando la dulzura que se le ha de imprimir al son. Pero hay un secreto que le hizo ser distinto como pianista en la interpretación del son, en las improvisaciones: hacer síncopa, nota de paso, acorde de paso, siempre resolviendo en la tonalidad principal, para entregar al cantante o al coro en su momento, lo cual, según él, no se podía lograr sin conocimientos.
Lilí estuvo relacionado con la agrupación musical del Ciego Maravilloso, con la que se mantiene un largo período permaneciendo incluso, hasta cuando Félix Chappottín toma el conjunto, aportándoles sus imaginativos solos, su sofisticado pensamiento arreglístico, inteligencia armónica y un puñado de composiciones propias que dieron mayor coherencia estilística.
Este genial artista de las teclas, fue creador de la Escuela Pianística del Son y un gran innovador que transfirió células del folclor norteamericano a nuestra música bailable. Su estilo influyó en el quehacer de sucesivas generaciones de pianistas, incluidas figuras de la talla de los cubanos Chucho Valdés, Frank Fernández, el puertorriqueño Papo Lucca y el neoyorquino de ascendencia boricua Eddie Palmieri.
De sus manos nacieron obras que hoy son joyas del pentagrama musical cubano, entre las que se encuentran Quimbombó, Tu cosita mami, No me llores, Que se fuña, y muchas otras atribuidas erróneamente a otros grandes como Arsenio Rodríguez o Félix Chappottín.
El nombre de Lilí (con más de 300 composiciones dentro de su catálogo) es bien conocido en el ámbito sonero. Ha influenciado dando instrucciones de imaginación y espíritu de inconfundible improvisador a más de una generación de intérpretes; encontró un estilo, un modo propio de decir la música, valorando la presencia del son como trascendental universalmente dentro de las expresiones musicales más auténticas y valiosas.
Lilí Martínez Griñán falleció en La Habana el 26 de agosto de 1990 (y enterrado en su natal aldea), considerado ya, un representante eterno de ese género que ha quedado reconocido como una genuina muestra de nuestra tradición cultural que perdura en la creación musical del pueblo cubano: el son.



[1] Mayra A. Martínez. ¨Hacer el son como lo siento: Lilí Martínez¨. En Cubanos en la música. Editorial Letras Cubanas, 1993. pp.